lunes, 10 de agosto de 2020

De preguntas y tiempos

 


¿Qué es un musicoterapeuta? y/o ¿qué hace un musicoterapeuta?: dos preguntas que nos rodearon, nos rodean y, muy posiblemente, nos rodearán.

Nos han sido dirigidas a quienes nos dedicamos a este métier desde el momento mismo en que esbozamos la elección por la Carrera. Son interrogantes que nos plantean habitualmente tanto una masa “lega” como así también otros, profesionales, de áreas cercanas. Por último, son también convocatorias que parten del seno de la comunidad musicoterapeutica y apuntan a toda vela hacia sus integrantes. Interpelaciones, entonces, esquivas; ya que da la impresión que, cuando creemos ceñirlas, se nos vuelven a escapar.

No es mi interés darles respuesta a estos interrogantes, llenar los huecos por ellos suscitados. Sino que, por el contrario, mi intención es agudizar estas preguntas: con lo que hago referencia tanto a no intentar correrlas -otorgándoles un estatuto central- por un lado; y buscar a la vez precisarlas, afinarlas, un tanto más, por otro.

A tal fin, se me ocurrió intentar abordarlas desde una apelación posible a los tiempos verbales.

Fuera de tiempo

La primera -¿qué es un musicoterapeuta?- creo que se ubica en una suerte de fuera de tiempo, en un estatismo lógico -que supone una particular lectura del verbo "ser"- cuya implicancia estimo puede ligarse con la no-movilidad propia del fantasma ($◊a), el cual consiste en una suerte de respuesta posible al ¿Che vuoi? Por ello no la considero, aquí, prolífica; atañe de un modo por entero singular a cada quién que se adentra en la Disciplina.

Presente

Paso entonces a la segunda pregunta: ¿qué hace un musicoterapeuta? Graciosamente, ya en cierto modo se opone a la anterior: me refiero la homofonía del hacer (a-ser) en tanto lo que no remitiría al “ser”, al menos no-todo; tornándola así más susceptible a la dialéctica. ¿Qué hace un musicoterapeuta, entonces? Algo, en tiempo presente, que en el mejor de los casos responde a una articulación entre su escucha y su acto consecuente, que podría nominarse como: intervención. Ella se arroja amparada en una hipótesis, mas nunca con seguridad de resultar ilesa.

Pasado

¿Qué hizo un musicoterapeuta? me parece la pregunta más acertada, ya que abre las puertas a una elaboración, un après-coup de la intervención, que posibilita una reflexión en base a un sopesamiento de los efectos y del consiguiente planteamiento de una dirección de la cura. Concibo es la pregunta más fructífera debido a que las consecuencias de su elaboración son hacia adelante, y a la vez posibilitan una resignificación de lo acaecido.

Futuro

¿Qué hará un musicoterapeuta? No existe una forma de anticiparlo en lo que a la acción refiere, salvo que contemos con un decálogo de procedimientos que ordene un recorrido paso a paso, al modo de un modelo prefigurado de tratamiento. Lo único posible de aseverar es que si el musicoterapeuta sabe qué hará, si lo conoce de antemano, lo que dejará de lado es la escucha y, en consecuencia, a quien lo ha convocado a su rol. El planteamiento de una dirección de la cura es una brújula frente a un camino a desandar; mas sin conocer con precisión los obstáculos, desvíos, atajos y velocidad del paso que llevaremos. Incluso, tampoco podríamos afirmar que se arribará.


La pregunta inicial, como se verá, no alcanza su respuesta. Pero creo que plantearla a partir de estas posibles conjugaciones del verbo “hacer”, nos habilita a segmentarla de modo tal de permitirnos abordarla de un otro modo, quizá, más asequible al día a día de nuestra labor.   

 

Buenos Aires, 09/08/2020

1 comentario:

  1. Interesante Javier!
    Quizá el que-hacer, sometido necesariamente a la noción de tiempo y encausado a su vez por preguntas, encuentre tópicos de formalización teórico-clínica signado por una lógica que deje caer la adjetivación fantasmática tan proliferada.

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